V. Nuevas tendencias en la participación política de las mujeres
En su conocida obra "Fuego con Fuego", Naomi Wolf relata los últimos acontecimientos que se han dado en los Estados Unidos e Inglaterra en relación con las actitudes e influencia política de las mujeres. Wolf califica los noventa como la era del "terremoto de género" (7). La autora analiza acontecimientos de relieve político para las mujeres como lo son el juicio de Anita Hill contra Clarence Thomas; la campaña de movilización de fondos para la candidatura de mujeres "Emily's List" que logró un aumento sustancial en la designación de mujeres en puestos políticos; la aprobación de más de dieciocho leyes y acuerdo favorables a las mujeres a nivel federal y la unión de las senadoras en la defensa de los derechos de las mujeres y especialmente en la defensa de su dignidad como sujetos políticos y actoras sociales.
La autora describe cómo después del juicio de Anita Hill contra el Juez Clarence Thomas -cuya cobertura en los medios de comunicación fue de proporciones inimaginables en otra época-, las mujeres se organizaron para recaudar fondos para financiar la campaña de candidatas a diversos puestos políticos. Wolf interpreta la acción como el primer suceso en la historia donde detrás del dinero de las mujeres se encuentra una narrativa pública, y el primero en demostrarles que su dinero cuenta, que las hace más fuertes y que puede ser utilizado para defender y amparar sus derechos.
Y es que, la mayoría demográfica que representan las mujeres, continúa en situación de discriminación en el cumplimiento de sus derechos en parte por el desconocimiento que estas tienen sobre su poder político y el temor de creer en él. Sin embargo, los avances que el activismo de las mujeres, y en particular que el movimiento de mujeres han logrado, empiezan a ofrecer pruebas de este poder y a poner cada día más nuestro destino en nuetras propias manos. El tránsito de la mentalidad de mujer - víctima a la de mujer - actora de su destino y el de su nación es un hecho que las mujeres empezamos a asumir y a actuar en consecuencia.
En su último número la Revista Mujer/Fempress presenta un artículo bajo el título "Algo Positivo Ocurre en la Política: Inusitado protagonismo de las mujeres en las recientes elecciones generales". El artículo hace referencia a las últimas elecciones presidenciales en el Ecuador donde además de haberse elevado el número de candidatas mujeres, estas sostuvieron sus postulaciones sobre la base de su experiencia en cargos públicos y sus características personales de honestidad y trabajo. Las candidatas lejos de apelar al sentimiento materno de las mujeres, se mostraron proclives a las exigencias políticas del movimiento de mujeres y -agrega la autora del artículo- por primera vez se oyó hablar públicamente de conciencia de género, "lo que por lo menos hizo preguntarse al electorado sobre el significado de esas palabras". La autora concluye diciendo que "las propuestas del movimiento de mujeres están permeando otros espacios sociales y, consecuentemente, otros públicos."
En Costa Rica podemos afirmar que existe una tendencia similar a lo que acontece en Estados Unidos y en menor grado en Ecuador. No obstante el fenómeno tiene matices diferentes. Ante la insistencia del movimiento de mujeres en relación con la necesidad de apoyar su participación, aunada a la suscripción de tratados internacionales en este sentido y a compromisos adquiridos por el país en la reciente Cumbre de Beijing, los partidos políticos mayoritarios se han visto en la disyuntiva de decidir qué acciones tomar para facilitar la participación política de las mujeres.
Los mecanismos utilizados por esos partidos para permitir la participación de las mujeres no fueron los mismos. Mientras que el Partido Unidad Social Cristiana logró colocar en su Asamblea Nacional a 28 mujeres, como resultado de una norma interna que establece una cuota del 40 por ciento de participación de mujeres, el Partido Liberación Nacional logró tan solo un 11,4 por ciento de los setenta delegados que fueron electos en sus siete asambleas provinciales, a pesar de que en las papeletas se intercalaron nombres de hombres y de mujeres en igual proporción.
Los resultados de una y otra Asamblea demuestran que, tal y como se ha afirmado repetidamente y se reconoce internacionalmente, la participación política requiere la instrumentación de medidas que favorezcan el involucramiento de las mujeres. Que esto se haga depende de una combinación de voluntad política y presión desde el electorado.
No obstante la insistente voz de apoyo a la participación política de las mujeres, el movimiento ha sido débil en cuanto a la movilización de candidatas y recursos para apoyar la participación político partidista de las mujeres. Podemos señalar al menos una razón que explica este desinterés: existe un desgaste dentro de la forma tradicional de hacer política que hace que los grupos organizados de la Sociedad Civil, y en particular las mujeres, busquen nuevos instrumentos y mecanismos para incidir sobre la toma de decisiones a nivel nacional. El movimiento de mujeres, al igual que otro número de movimientos sociales, se ha dado a la tarea de buscar nuevos espacios de incidencia política, mediante el monitoreo, diálogo y cabildeo con los diferentes poderes del Estado, así es como el triunfo del movimiento se expresa en su capacidad de poner en la agenda pública temas que tradicionalmente habían sido excluidos, a pesar de la resistencia que frecuentemente demuestran muchos sectores, incluyendo a algunas mujeres que ocupan puestos de decisión.
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