EL FOMENTO DE LA FISCALIZACIÓN ESTATAL DESDE EL MUNICIPIO
Y EL GOBIERNO LOCAL
Experiencias de fiscalización estatal desde las organizaciones
de la sociedad civil
Gustavo Adolfo Vega
Centro de Derechos Constitucionales
Nicaragua
De previo, he de aclarar que la elección directa de autoridades
municipales en Nicaragua es un hecho relativamente reciente.
La Constitución Política de 1987 y la Ley de Municipios
de 1988 hicieron posible las primeras elecciones de órganos
colegiados de gobierno municipal para el período 1990-1996.
Desde 1990, Nicaragua asiste a un trascendental proceso de transformación
pública, denominado de Modernización del Estado que, además
de reducir a éste en personal y consecuentemente en el
volumen de su gasto, ha modificado su papel ante la sociedad,
hasta limitarlo a convertirse en un ente normador, controlador
y facilitador de procesos.
A la par, en el plano político, Nicaragua experimentó
una Reforma Constitucional durante 1995 y una consecuente Reforma
de adecuación constitucional de la Ley de Municipios que,
al menos en su letra, asigna un protagonismo determinante a los
Municipios en la construcción del desarrollo nacional.
Sin embargo, paralelamente, los funcionarios de Gobierno hablan
del impulso a Procesos de Descentralizacicón de la Administración
Pública, que se realizan conforme el saber, estilo y preferencias
de los titulares de los diferentes ministerios, sin que exista
una visión conjunta del nuevo Estado nicaragüense.
En la realidad, en el Municipio están confluyendo muchas
presiones sociales, en general sus finanzas son muy limitadas
y el Gobierno Nacional se reserva el manejo de Proyectos y Programas
Emergentes de Empleo y de Inversión Social, sin depositar
responsabilidades concretas y entregar asistencia técnica
para el desarrollo de una institucionalidad municipal democrática
y participativa.
Actualmente, la Asociación de Municipios de Nicaragua está
demandando del Poder Legislativo, el cumplimiento del mandato
constitucional que establece la obligatoriedad del Estado de transferir
un porcentaje suficiente del Presupuesto General de la República
a las Municipalidades del país, priorizando a las de menor
capacidad de ingresos. Debe señalarse que la historia
de las finanzas municipales de Nicaragua, refleja un número reducido
de municipalidades verdaderamente autosostenibles y viables; en
datos de 1995, unas 106 de las 147 municipalidades recaudaron
ingresos anuales totales inferiores a un millón quinientos
mil córdobas -equivalentes a unos doscientos mil dólares-,
monto muy limitado para prestar servicios eficientes, ampliarlos
o efectuar inversiones sociales.
Créanme que no me estoy saliendo del tema. He señalado
todo lo anterior, para ilustrar el entorno que rodea y obstaculiza
los esfuerzos por promover la fiscalización estatal desde
los municipios.
Aún no he mencionado la cultura "Estado-Botín"
existente en nuestro país que, además de socavar las
bases institucionales y crear un caldo propicio a la corrupción,
está presente en todos los niveles de la administración
pública. Refiriéndose al universo de los funcionarios
públicos, incluyendo los alcaldes, un diputado liberal, cuyo nombre
no viene al caso mencionar, decía: "En Nicaragua
debe presumirse que todo funcionario público es ladrón,
mientras no demuestre lo contrario". En el nivel local,
el éxito o fracaso de los Cabildos Municipales mucho depende
de la voluntad política del Alcalde; en muchos casos, se
organizan como "portátiles partidarias" para
satisfacer determinados requisitos.
"...deben establecerse cauces institucionales de control social de la gestión pública, desde el nivel local."
Ese concepto de "Estado-botín", es el principal
oponente del fomento de la Autonomía Municipal, del fortalecimiento
de las capacidades de gestión local, de la descentralización
administrativa y financiera, y, evidentemente, de la fiscalización.
Estimado Auditorio:
Si algo de lo que he señalado ocurre también en
algunos de sus países, cabe preguntarse si se trata de
una simple coincidencia. Lo señalado, no constituyen las
reflexiones de un pesimista, sino un panorama actual que deseamos
transformar desde la ciudadanía y desde las organizaciones
del sociedad civil, por lo que me permito sugerir lo siguiente: