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Lista de las opiniones |
El Hombre y lo Sagrado
Alocución del Ven:.mo Gran Maestro Virgilio
Gaito
Autoridades, Señoras, Señores, Hermanas, Hermanos,
Iván Golub, un sacerdote croato, delicado poeta contemporáneo, ha escrito recientemente:
Deja los senderos a la puesta del sol
y calza las gastadas sandalias negras !
A todo lo que se diga
presta oído
y permanece atento: puede ser Dios que te
habla!
Ábrete al sol que nace
y, a medio día, junta tus manos
Las campanas llaman del trabajo
ahora, también Dios tiene deseos de hablar.
( Traducción de "Ocii" - " Los
ojos", ed. Naprije, Zagreb, 1995 )
Este hombre, con el alma destrozada por los horrores de una guerra fratricida en la ex-Yugoslavia, guerra alimentada por feroces odios raciales y religiosos, nos exhorta a no encerrarnos en nuestro egoísmo o en nuestro miedo, sino a escuchar la palabra de Dios, el Verbo por antonomasia. Una exhortación que, como iniciados, compartimos totalmente.
De hecho, en las Logias masónicas los trabajos rituales no pueden comienzar sino después que la Biblia, abierta en el Evangelio de San Juan, ha sido puesta sobre el altar. En el primer versiculo se lee: "Al principio fué el Verbo", que debe entenderse como aliento divino, creador de todo lo sensible y también como energía inmanente y eterna de la cuál todo proviene y a la cuál todo retorna.
Según la etimología latina, verbum significa esencialmente palabra y ésta es algo más que un simple soplo por qué se articula en uno o más sonidos que la componen y de la cuál definen el concepto en las diferentes lenguas, de modo que ella constituye el primigenio y más inmediato instrumento de comunicación entre los hombres.
Si profundizamos su análisis, las tres primeras letras ver, pueden contener el significado de primavera, la estación que representa el renacimiento de la naturaleza después del letargo invernal, la progresiva regresión de las tinieblas hasta el triunfo de las luz cuando comienza el verano.
Podemos darnos cuenta, entonces, de la unión y de la profunda afinidad entre muchos vocablos, que siempre llaman a la mente el concepto de creación como momento sublime de presencia divina la cuál, manifestándose a través de la luz e iluminando todo, dá sosiego mientras presiede a la maravillosa evolución de la vida.
Todas las sociedades iniciáticas - entre ellas y en primer lugar la Masonería - plantean sus rituales sobre la simbología de la luz como conocimiento, verdad, crecimiento y, por ende, perfeccionamiento espiritual, presupuesto fundamental del perfeccionamiento material; no es casual si del fuego purificador - el más significativo de los cuatro elementos primordiales - brotan la luz y el calor.
De una cuidadosa observación de la Naturaleza - inmutable en sus leyes, a veces aparentemente crueles pero siempre admirables por qué corresponden a un proyecto divino, ordenador del universo - el hombre a aprendido todo eso que, según el grado de civilización alcanzado, lo ha llevado desde una estatica y casi mesianica aceptación de eventos supinamente aceptados porque impuestos por un Ente Supremo terrible e inconocible, hacia una búsqueda del por qué y del como de tales eventos y de la manera de recrearlos.
Las respuestas de la ciencia, fruto de estudios y experimentos siempre más perfeccionados y, muchas veces, de geniales intuiciones o de eventos del todo fortuitos, nos han ayudado mucho a acercarnos al conocimiento de nuestra esencia, de nuestra proveniencia y de nuestro destino final. Todavía, de una parte, permanecen los interrogativos sobre el cuándo, como y por qué el Verbo, que la Biblia afirma fué el principio, quizo ser y se materializó y, por otro lado, los interrogativos sobre la duración de nuestra aventura terrestre - únicos habitantes por el momento - en el espacio.
Las escuelas iniciáticas, como la Masonería, empeñadas, desde siempre, en la resolución de estos angustiosos enígmas a través de un studio adogmático gradual y sistemático de los símbolos y de las alegorías, guiado por Maestros expertos, conducen los adeptos, creyentes en un Ser Supremo, a través de un largo y dificultoso trabajo de escavación del propio yo para conocer a sí mismo, limpiarse de toda impureza y prepararse a la comprensión de los grandes misterios que lo llevan al inescrutable pero consolador proyecto divino.
A la elevación del hombre hacia lo sagrado se dedicano también las religiones, especialmente aquellas monoteístas que, sin embargo, no admíten otro enseñamiento sino aquél transmitido, sobretodo oralmente, por uno de aquellos Grandes Espíritos iluminados por una inspiración divina que, en la historia del mundo, se destacan en la imponencia de un Buda, un Confucio, un Cristo, un Mahoma.
La sociedad actual aparece impregnada por un dilagante materialismo, por una fiebre de conquista del bienestar, del éxito, del dominio económico y político cueste lo que cueste, con cualquier medio, sin límites para ejercitar la violencia en el confronto de todos y sin ninguna rémora moral, como en un perverso fenómeno de multiplicación de ejemplos negativos, favorecido por un sistema de comunicaciones día tras día más veloz y penetrante que se define y acepta con el término ciudad-global.
Con todo eso, también en los estratos menos sensibles de la población mundial se siente de haber llegado al colmo, un sentimiento de insatisfacción hacia aquellas que hasta hace poco se consideraban conquistas del progreso, pero que se han revelado desmañados intentos del Hombre, que se ha autoprocalmado rey del universo, para someter al propio e insaciable deseo de potencia las ferreas leyes de la naturaleza.
Y es ahora, cuando los progresos de la técnica nos avecinan siempre más al momento del aterrizaje del primer hombre en otros planetas para descubrir sobretodo otros seres originados por el mismo aliento divino que nos ha creado, que se tiene un angustioso sentimiento de soledad y a la vez de inseguridad que estímula una afanosa búsqueda del origen y de la destinación final del hombre.
En todas partes y siempre con mayor intensidad se interroga sobre el por qué estamos aquí, en base a cuál misterioso proyecto y con cuál finalidad: la necesidad de una certeza que pueda demostrar la veracidad de las promesas de la fé favorece no solo un nuevo descubrimiento de las religiones, que desde siempre se han presentado como vias de salvación indicadas por Dios, favorece también la proliferación de sectas, de magos y de una literatura a menudo de dudosa seriedad por no decir pericolosa.
A la fin del primer Milenio el terror del fin del mundo se posesionó de un humanidad inculta y supersticiosa, convencida de la ineluctabilidad de un castigo divino por todos los pecados cometidos. Dios era considerado como un juez implacable e inalcanzable.
Hoy, en el umbral del Tercer Milenio una humanidad más madura y enrichecida por la evolución del pensamiento y por las conquistas de la ciencia, que han revelado la inconmensurable inteligencia del Ser Supremo en la creación del Universo y de ese maravilloso microcosmos que es el hombre, se presenta, encantada y confiada en Dios para intentar de captar el mensaje de luz y amor del cuál siente siempre más una catártica necesidad.
Los iniciados,y, en particular, los Masónes se han dedicado en todo el mundo y desde siempre, a la búsqueda de lo Sagrado y no pueden sino congratularse por este florecimeinto de la espiritualidad, al cuál concurren las religiones, siendo que la finalidad de los trabajos de Logia es aquella del mejoramiento de la Humanidad trámite la elevación moral, espiritual y material del individuo.
Y volviéndo la mirada hacia nuestro país, somos profundamente contentos de constatar, que a cientoventisiete años, aquél fatídico 20 de septiembre de 1870 -querido por todos los italianos por qué fué el inicio de la unificación, evento que ha contraposto vivamente católicos y laicos - represente no tanto la caída del poder temporal cuanto la benéfica restitución de la más apropiada misión pacificadora del género humano, que tiene tanta sed de espiritualidad.
De otra parte, dos indómitos patriotas, celebrados Padres de la Patria y venerados todavía hoy en todo el mundo como asertores de la fé en la libertad y en la dignidad del Hombre, no habrían podido concebir y realizar tantas memorables gestas si no hubieran tenido el culto de Dios y de la Verdad.
Nuestro Gran Maestro Giuseppe Garibaldi, del cuál recordamos este año el cientonovantesimo aniversario de su nacimiento, dejó escrito : "Quién puede poner límites a los tesoros concedidos por Dios al hombre o limitar también sus portentosos misterios ? Como sea, mi alma es un átomo del alma del Universo. Esta creencia me nobilita, me eleva sobre el miserable materialismo ; me infunde respeto por los otros átomos emanaciones de Dios, y me empuja a meritar el plauso de la muchedumbre de átomos que me semejan y que, con el ejemplo más que con la doctrina, deben hacer el bien por qué, por esencia, pertenecen al Eterno benefactor.....y por qué podré ser celoso de la mariposa, mucho más bella de mí, si al Omnipotente place dotarla de un alma ?"
El otro grande italiano, Giuseppe Mazzini, del cuál solamente nosotros los Masónes - en la indiferencia y en el silencio de la Italia oficial - hemos conmemorado solemnemente, en el marzo pasado con un concurridisimo convenio internacional en Genova, el cientoventicinquagésimo aniversario de su muerte, fué un espírito verdaderamente religioso, el más alto espírito religioso de los tiempos modernos. "La esencia de toda religiób - escribía - está en la potencia, desconocida a la ciencia pura, de constringir los hombres a traducir en hechos los pensamientos, a armonizar la vida practica con el concepto moral"
Para Mazzini toda la fé - como observava Ugo Della Seta - rotaba en torno a dos certezas trascendentales : la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. Pero su Dios no es un Dios prisionero en la dogmática de las varias teologías es un Dios de vida y su acción es incesante, su revelación continua y tal revelación deberá señar, en la Humanidad, un mayor grado de educación y de elevación espiritual. Siguiendo los pasos del Masón Lessing, el Dios de Mazzini no pide a los fieles la creencia en algún dogma, ni la participación a ciertos ritos : pide la santidad de la vida testimoniada por la santidad de las obras.
Mientras no resulte una iniciación cierta, Mazzini fué uno de los más sensibles intérpretes de la moral del Masón, esa que el Hermano Johann Gottlieb Fichte capta tan eficazmente en su peculiaridad de hombre que cesa de ser religioso para pensar y actuar religiosamente; aceptándo que la Masonería libra el hombre de su religión para elevarlo a la dignidad de hombre universal que, sin embargo, conserva su propia religión.
El Grande Oriente D'Italia organizó en Roma (noviembre de 1996) un amplio Convenio Internacional sobre las respuestas de la ciencia a las tres preguntas existenciales : quiénes somos ?, de dónde venimos ?, a dónde vamos ?. Al estado actual de los descubrimientos y de las intuiciones, la ciencia ha llegado a la individuación de partículas de la materia siempre más microscópicas, pero se interroga todavía sobre ese quid, esa energía vital que está al origen del universo y que aquellas partículas ponen en verticoso movimiento.
Esa energía no deja estupefacto ni preocupado al Masón por qué, a través el incesante trabajo de búsqueda interior realizado en el Templo, es capaz de acercarse al misterio, que desde milenios desazona el hombre, haciendo evidente la existencia de Dios y llegando a eso no por un acto de fé sino por una madura convicción
No es un caso si uno de los más grandes iniciados y pensadores, Pitágoras de Samos, teórico de la identidad del macrocosmos y el microcosmos y del alma universal del mundo, del cuál se separa y al cuál retorna el alma individual después del viaje en la envoltura mortal del hombre, exhortaba a mirar el cielo como fuente de iluminación y sabiduría.
Es tal sabiduría que nutre el ánimo del Masón confiriéndole esa serenidad y fuerza moral que lo guían en sus pasos por el mundo profano. La incesante búsqueda de lo sagrado, a la cuál se dedica con inexhausta ansia de mejoramiento de sí y de los otros, lo perfecciona cada día haciendo de él un seguro punto de referencia y de confrontación con todos los otros hombres de buena voluntad.
La ética que lo coinvolge lleva el Masón a repudiar la contaminación de tráficos
ilícitos, del arrivismo, del materialismo, del poder conquistado ilícitamente, privilegiándo, al contrario, la dedicación desinteresada en el prójimo, más aún si éste es deseredado y sufriente, y el enriquecimiento cultural, ligado al deseo de conocimiento de sí mismo y de los otros, para transferir en el mundo profano ese extraordinario patrimonio de belleza, bondad y verdad conseguido durante el percurso iniciático.
Su espírito altruístico lo vuelve particularmente sensible al crecimiento material y espiritual, pero, sobretodo, a la defensa de la libertad de todos por qué se siente, en cuanto hijo de un mismo Padre, hermano de la humanidad intera sin distinciones de raza, religión, sexo, edad o condición social.
El Masón que, desde siempre y más que cualquier otro ser humano, está invadido de un espírito universalístico, puede y debe acercarse a los jóvenes, que son la certeza de un futuro mejor, para defenderlos de la masificación en acto, para infundirles el deseo y el placer de la búsqueda de lo sagrado que, como la difícil via iniciática a la formación del hombre verdadero, es una conquista individual y garantía de autenticidad, aunque si se está perdiendo en un mundo lanzado hacia una globalización exaltada con exesivo entusiasmo.
Pero esta indispensable y urgente obra de educación y de preparación de la juventud, a las excepcionales responsabilidades que la esperan, no puede realizarse sino siguiendo un percurso desde hace ya tanto tiempo indicado por nosotros : la exaltación del espiritu humanitario, la sensibilización a los valores fundamentales de la libertad, de la igualdad, de la hermandad, de la tolerancia y la difusión de una cultura interdiciplinaria vivificada por un seguro substrato ético.
El empeño de los Masónes del Grande Oriente de Italia de Palacio Giustiniani será, entonces, siempre más concentrado en el potenciamiento, por una parte, de todos aquellos organismos filantrópicos y solidarísticos existentes como son los Asilos Nocturnos de Torino, el Pan Cotidiano de Milán, la Asistencia a los inválidos y enfermos en fase terminal; de otra parte, de aquellas iniciativas culturales como la Liga Internacional por los Derechos del Hombre, las Universidades Populares esparcidas en tantas ciudades italianas, el centro de Estudios e Investigaciones Universidad Internacional Pitágoras en Crotone, concebido precisamente para la formación de dirigentes públicos y privados dotados de aquella visión panorámica de los problemas necesaria a la sociedad del Tercer Milenio, la revista Masonería Hoy, los convenios sobre personajes de reconocida grandeza moral e igualmente, sobre temas de particular importancia internacional, como aquellos de la Libertad y de la Masonería en un mundo en evolución, y, respecto a los jóvenes, las Ordenes De Molay (para los chicos) Rainbow y Job's Daughters (para las chicas) Pensamos también a la institución de escuelas y organizaciones de voluntariado y de sanidad.
No podemos concluír esta alocución celebrativa del Equinoccio de Otoño, para nosotros los Masónes tan rico de significados esotéricos y estación de reanudación de los trabajos rituales, sin recordar que la fatídica fecha del 20 de septiembre representa también un evento fundamental en la historia de nuestro país: la irrupción de los bersaglieri (*) a través de la brecha de Porta Pía, con la cuál se conquistó la tanto querida, suspirada y sufrida unidad, a costo de la vida de tantos patriotas entre los cuáles numerosos Masónes.
Esa unidad que nos ha elevado al rango de Nación moderna independiente y respetada, el significado de la cuál hemos recordado en diciembre de 1996 en Montecatini, en un Convenio organizado por el Colegio de Maestros Venerables de Toscana, no puede padecer el vulnus que algunas oscuras mentes quisieran infligirle aduciendo motivos sustancialmente racistas e intolerantes y por eso inadmisibles, coligados a la cuestión meridional crónicamente transcurada, pero que se debe enfrentar con urgencia y firme voluntad de solución y con un espiritu de solidariedad y de valorización de los enormes potenciales del Sur. También en este sector, tan vital para el futuro de nuestro país, cada Masón debe sentirse permanentemente mobilizado.
La concepción masónica de Patria, raíz insuprimible de comunes tradiciones, etnias, civilización, es un patrimonio de las conciencias de los italianos. Hasta la iglesia católica, que juzgó pernicioso aquél fatídico 20 de septiembre de 1870, hoy está compacta y de la parte de quién como nosotros, la defendemos contra los atentadores de nuestra autenticidad.
La deuda de reconocimiento hacia los Padres de la Patria y de aquello Hermanos que difundieron y defendieron los inmortales ideales de libertad, igualdad y hermandad es inextinguible y debe ser un legado para las jóvenes generaciones con la conciencia de que, gracias a ellos, Italia se ha elevado a la dignidad de Nación y que la Masonería regular puede y debe con todo derecho reivindicar su insustiuible papel de guía moral en la defensa contra indebidas interferencias en nuestra amada Italia, libre, sana, límpida, operosa, justa en una Europa unida, para crear un mundo según los proyectos divinos vaticinados por Giuseppe Mazzini y condivididos por Giuseppe Garibaldi, en paz, progreso y hermandad.
Con la desventura del integralismo, que tantas víctimas inocentes puede todavía hacer en todas partes, junto con la indiferencia, el egoísmo, el odio y la violencia nuestro planeta corre el riesgo de embrutecerse sin remedio. Debemos conjurarlo, teniendo en cuenta las diversidades y a través la tolerancia el respeto de la libertad y de la dignidad del Hombre, virtudes que los Masónes practican desde siempre.
Dejemos los senderos a la puesta del sol que
surgirá timido en el Solsticio de Invierno e iluminará
triunfante la Tierra en la rozagante primavera, escuchemos todo
lo digan los hombres de buena voluntad: es el verbo, es Dios, es
el Amor universal !
(*) Soldado de un cuerpo de cazadores
caracterizado por la mobilidad y por la rapidez de las marchas.
EL GRAN MAESTRO
VIRGILIO GAITO
Equinoccio de Otoño 1997