Recorremos el camino de la Vida con un capital que
nos ha sido dado desde el nacimiento. Este
capital está constituído por nuestra escala
de valores interiores que nos consiente de tomar
en consideración las percepciones y de evaluarlas. Sin ella no sería
posible darnos cuenta de las experiencias y
tampoco de llevarlas hasta nuestra conciencia. En el curso de la vida el patrimonio
interior se acrece, pero no necesariamente
mejora. Cada uno de nosotros es responsable
directamente del enrichecimiento o la disipación
de este patrimonio.
Sin entrar en
vanas explicaciones de como sean posibles las
variaciones de riqueza interior, por que sería
una operación verdaderamente imposible de
efctuar, queremos hacer notar que el patrimonio
interior es una suma de modos
de ser.
Inclusive las experiencias más materialisticas,
cuya base se conjuga con el verbo haber,
se traducen en modos de ser.
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