INTRODUCCIÓN
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La Masonería o Francmasonería ("franc" = libre) surge a
partir de los últimos años del s. XVII y primeros del XVIII raíz de la practica de la
tolerancia y la libre discusión en el seno de los antiguos gremios de constructores o
(masones operativos) que, tras las convulsiones provocadas en toda Europa por los
enfrentamientos ideológicos, políticos y religiosos -Guerra de los Treinta Años-,
habían ido admitiendo miembros no pertenecientes a las profesiones técnicamente por
ellos representadas pero deseosos de encontrar un centro de reflexión y de fraternidad
ajeno a dogmatismos e imposiciones. Estos fueron los llamados "masones
aceptados". |
La larga duración de las obras de construcción y el hecho de que en ellas se
encontrasen personas procedentes de diferentes territorios, orígenes, religiones y
tradiciones culturales, permitieron que, en la Europa sometida crispaciones y conflictos
del s. XVII, las "logias" masónicas se convirtiesen en un nexo de
confraternización "especulativa" (o de constructores simbólicos) .
Estos constructores simbólicos han mantenido un lenguaje heredado de las tradiciones
arquitectónicas que les permite establecer lazos de fraternidad mediante los cuales poder
superar sus diferentes perspectivas parciales y poner en común sus energías para
intentar "construir" un Templo (que no es otro que el mismo hombre y, por tanto,
el conjunto de la Humanidad) basado en los ideales de libertad, igualdad y fraternidad,
trabajando por su perfeccionamiento material y moral.
La construcción de la masonería es, pues, filosófica, social, humanista.
Existe constancia histórica de esta masonería especulativa desde 1717, cuando cuatro
logias londinenses deciden federarse fundando la Gran Logia Unida de Inglaterra.
Y existen textos que reglamentan su organización y sus trabajos desde 1723, cuando se
publican las "Constituciones" redactadas por James Anderson y Théophile
Desaguliers, estableciendo los viejos principios conocidos, desde entonces, como
"Constituciones de Anderson" .
En dicho texto se establece, según el imaginario cultural de la época, que es preciso,
para ser iniciado como masón, "ser libre y de buenas costumbres" y creer en
algún principio de carácter espiritual de matriz teísta o deísta.
Lo que podía ser lógico para 1723 y positivo en tanto que superador de las intolerancias
entre las diferentes religiones "reveladas" que eran tratadas en un plano de
estricta igualdad, ha sido mantenido como condición de aplicación literal por la Gran
Logia Unida de Inglaterra y por las diferentes estructuras masónicas, generalmente del
mundo anglosajón, que se consideran depositarias de la única "regularidad"
tradicional en masonería.
Pero la evolución de la sociedad y del pensamiento, evolución a la que no ha sido ajena
la propia masonería, ha hecho que, en la Europa continental y desde el ultimo tercio del
siglo XIX, se cuestionen las limitaciones a la iniciación masónica basadas en la
interpretación literal exclusiva de las "Constituciones".
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Desde 1877, el Gran Oriente de Francia y, con el, la mayor parte de las federaciones de
logias de la Europa latina, no consideran la creencia en un principio espiritual revelado
como condición exigible a quienes se hallen dispuestos a trabajar por el progreso de la
humanidad. Asimismo, desde los últimos años del s. XIX, en Francia y Bélgica se ha
admitido la iniciación de la mujer en algunas logias, contraviniendo también la
literalidad del viejo enunciado ("hombre libre...").
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La no exigencia de creencias espirituales o religiosas y la admisión del sexo femenino
son, desde entonces, diferencias sustanciales entre la masonería anglosajona y la
continental.
Por otra parte, a lo largo de los siglos XVIII y XIX, la masonería vivido un importante
proceso de democratización en sus bases.
Lógicamente, comenzó siendo una asociación integrada fundamentalmente por intelectuales
"ilustrados" de origen burgués o aristocrático, pero su identificación con
las causas de la democracia, la libertad y el progreso humano fueron atrayéndole personas
de origen social popular, entre los cuales muchos de los miembros activos del movimiento
obrero y sindical europeo.
La masonería, especialmente interesada en la construcción de una sociedad laica en la
que el libre pensamiento se exprese sin limites de tipo alguno y pueda proyectarse hacia
la mejora del individuo y de la sociedad, es indisociable de los contextos democráticos y
de las etapas mas progresistas en la historia de la Humanidad, a las que siempre ha
apoyado activamente, viéndose, por el contrario, represaliada y perseguida por los
absolutismos y totalitarismos de todo signo.
En especial, la represión sufrida por parte de la dictadura fascista en España (hasta
1963 funciono un tribunal "especial de represión de la masonería y el
comunismo", antecedente del posterior Tribunal de Orden Publico), ha incidido sobre
el grado actual de desconocimiento de su personalidad y características por parte de la
mayor parte de la opinión publica y sobre el mantenimiento de prejuicios o
"mitos" completamente falsos cuando no contradictorios.
Hoy en día existe en España una incipiente masonería integrada por hombres y mujeres
que aspiran a contribuir a la extensión de todos los valores humanistas y democráticos
mediante la tolerancia, la reflexión y la profundización en los derechos humanos y
sociales. La Gran Logia Simbólica Española aspira a ser uno de sus referentes activos.
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